El Convento de San Francisco


Croquis de las ruinas del convento

Extramuros de la villa, junto al río y al camino que probablemente conducía antaño hasta Quintana, se yerguen, en una lucha perdida de antemano contra los elementos, las ruinas del que fue convento de San Francisco, quizás el edificio más olvidado de Palenzuela, pese a haber sido escenario de grandes sucesos históricos.

A falta de realizar una minuciosa investigación de la historia del convento, cuya documentación principal se encuentra en el Archivo Histórico Nacional por haber sido víctima de la Desamortización, los datos que poseemos fueron recopilados por Valentín Dávila Jalón y por Lázaro de Castro en sus publicaciones, de las que hacemos un breve resumen.


Zona oeste con restos de la portería

Parece ser que ya existía en el siglo XIII, aunque probablemente se tratase entonces de un pequeño edificio de materiales pobres. Posteriormente, la familia Orense lo refunda o patrocina en el siglo XIV.

Más adelante, en el XV, es cuando comienza a vivir su época de mayor esplendor. En 1425, el rey Juan II se encuentra en Palenzuela, esperando noticias acerca de una posible guerra contra Aragón y Navarra. Finalmente, para evitar el conflicto, el rey manda liberar al infante aragonés Enrique el día 7 de octubre. Mientras, se había realizado convocatoria a las Cortes. El lugar más adecuado para las sesiones en toda la villa debía de ser el convento, por lo que podemos suponer que ya poseía una fábrica de cierta relevancia.


Portada de la iglesia

En 1452, el Almirante de Castilla, entre cuyas posesiones se encontraba ya Palenzuela, se rebela contra el rey Juan II; eran años de constantes guerras civiles, en las que los diferentes partidos cambiaban de simpatías con facilidad. El rey, con su condestable Álvaro de Luna, llega a Palenzuela y asienta el real en el convento de San Francisco. Tras varios días de lucha, en la que intervienen máquinas de pólvora, la villa se rinde.

En 1470, el convento fue sede del Capítulo General de la Orden Franciscana. A finales del siglo XV y durante el XVI, la familia Herrera se hizo patrona de la capilla mayor, donde se mandaron enterrar algunos de sus miembros.

Las desamortizaciones del siglo XIX suprimieron el convento, que fue adquirido en subasta por miembros de las familias Jalón y Varona; en esta última ha permanecido hasta su reciente venta hace unos meses, pasando a manos de personas cuya identidad se desconoce.


Iglesia y espadaña

Como evidencian las ruinas que hoy se pueden contemplar, el conjunto monacal no recibió ningún tipo de atención ni cuidado, antes al contrario, el expolio de sus materiales ha sido casi completo. Únicamente se ha mantenido en uso una pequeña zona en la esquina suroeste, junto a la portería, probablemente utilizada como casa de labranza; el arranque de un arco demuestra que, como solía ser habitual, en la panda oeste se encontraba el acceso principal. Incluso en lo que debió de ser el claustro existe en la actualidad un gran socavón fruto del empleo del lugar como adobera.

Del resto de las dependencias únicamente se conserva un muro de piedra en toda su altura de la panda capitular (zona este), y las partes bajas de los muros de la panda del refectorio, de piedra y adobe. Todo parece indicar que el barro era un material muy presente en la fábrica del convento, lo que explica que hayan desaparecido muros enteros.


Lauda y escudo de los Herrera

De la iglesia, aún se mantienen en pie los tres paredones de la cabecera, de sillarejos, y el muro sur de las naves, una obra de buenas sillares; el muro norte también era de adobe y ha desaparecido. La espadaña debió de poseer tres huecos; hoy se mantiene en pie de manera casi milagrosa. En la cabecera se encontraba la capilla mayor, patronato de los Herrera, en la que algunos de sus individuos se mandaron enterrar. Dos nichos sepulcrales, hoy perdida su labor escultórica, acogían los cuerpos de varios familiares del obispo Alonso de Herrera, descendientes de su hermano García Alonso de Herrera. Mejor suerte ha corrido hasta ahora el escudo familiar y una lauda sepulcral que aún existen sobre el muro norte. La capilla tuvo una reja de hierro, varios bultos orantes, y parece ser que también cripta.


Zona este con restos de la panda capitular

La cabecera se cubría con bóveda de crucería con terceletes, mientras que el resto de la iglesia, que fue al parecer reedificada en tiempos posteriores, se cubría con bóvedas de arista de ladrillo; todo el interior estaba cubierto con enfoscados y yeserías, de los que aún se conservan fragmentos en buena parte de los muros.

Circunstancia destacable es que se ha conservado más o menos íntegra toda la cerca que rodea el conjunto con sus huertas, especialmente un gran arco ojival que hace de puerta monumental del recinto. Los terrenos agrícolas están mayoritariamente plantados con árboles frutales, y se conserva un interesante pozo con noria de hierro para elevar el agua.

Muchas noticias de dudosa credibilidad acerca del futuro del conjunto han rodeado el convento; desde proyectos desmesurados de palacios de congresos hasta derribos para llevarse la piedra, pasando por más comedidas propuestas de turismo rural. Pero hasta el momento nada se ha hecho, y un bellísimo monumento de Palenzuela y su histórico entorno continúan en el más lamentable abandono.