El Castillo de Palenzuela


Muralla de la villa adyacente al castillo

El Castillo de Palenzuela, más frecuentemente llamado fortaleza en la documentación histórica, y conocido por los muros entre la población, es un monumento que suele pasar desaparcibido en el pueblo.

Algunas publicaciones empiezan a datar la existencia de un castillo en Palenzuela desde el año 850; desgraciadamente, no se citan las fuentes documentales. De todas formas, las ruinas que han llegado hasta nuestra época son posteriores, aunque no es fácil fijar una fecha de construcción del castillo, a causa de la parquedad historiográfica.


Muro de barro de una de las torres

Es posible que el castillo que ahora conocemos sea el que se menciona en la Crónica del Rey Don Pedro, con estas palabras: ...e yo tomaré aquel castillo pequeño que es en la dicha villa... Sin embargo, los avatares guerreros que de Palenzuela sufrió durante los siglos XIV y XV hacen pensar que este "castillo pequeño" sufriera frecuentes daños y tuviera que ser parcial o totalmente reconstruido. El investigador Azcárate Ristori aproxima la época de su levantamiento a los años medios del siglo XV, cuando la villa y su alfoz formaban ya parte de las posesiones de los Almirantes de Castilla.

Sea como fuere, el caso es que nuestro castillo no tuvo funciones señoriales, sino presidiarias. En él fueron encerrados presos de diversa índole, algunos religiosos de alto rango, pero los vecinos de la villa estaban exentos de ese "honor" gracias a los privilegios que otorgaba el Fuero de Palenzuela; en contrapartida, todos los pecheros debían hacer labores de guardia por las noches en la fortaleza.


Ronda de muralla con casas subterráneas

Ya a mediados del siglo XVII, el castillo parecía estar abandonado, o al menos sin uso. En esa época, varios temporales violentos ocasionan graves daños, y se datan casos de aprovechamiento de la madera de la fortaleza por parte de los habitantes del pueblo.

En la actualidad, las ruinas que han llegado hasta nuestra época apenas hacen reconocible la verdadera identidad de las construcciones, pese a ser de considerable tamaño. Tres torres, una de ellas desmochada, y algún muro, junto a los restos de la muralla, en el extremo este del casco urbano.


Arco de salida a los adarves

Lo inusual de la fortaleza son sus materiales: principalmente el barro, en el que se marcan visiblemente los orificios por donde se sujetaron los encofrados; la coronación de los torreones es un calicanto también realizado mediante encofrados; y los diferentes pisos eran de madera, con vigas que se apoyaban en los muros y que aún se conservan en parte dentro de una de las torres.

El esquema del castillo era sencillo: tres torres formando un triángulo, uno de cuyos lados era la propia muralla de la villa. Los otros estaban realizados también con barro. Por encima de los paredones, en los adarves, debió de existir un camino de ronda, como demuestran los huecos de la torre del homenaje que permitían la salida.

En el exterior, es posible que existiera otra empalizada que rodease el conjunto, ya que el número de entradas en los paredes de barro y en las torres es más elevado de lo que solía ser habitual, y se conserva un corto trecho de muro arruinado de mampostería en paralelo a uno de los tres lados del castillo. Lo que parece que no existió es el foso.


Coronación de una torre con piedra

Por debajo de la fortaleza, en la base de la muralla, existen varias viviendas rupestres que se adentran en la ladera, aún habitadas, cuyo origen probablemente se remonte a los tiempos de abandono del castillo, aunque las cuevas seguramente sean mucho más antiguas.

El entorno de las ruinas, aunque descuidado en la actualidad, tiene grandes posibilidades de adecuación como zona de jardín, además de constituir un yacimiento arqueológico aún por explorar.